No pillará a nadie de sorpresa el hecho de que ya hace más de un año en el que los españoles estamos sufriendo los constantes desvaríos de una clase política centrada en su rédito electoral, aunque ello signifique el mal para todos los ciudadanos.
Tampoco sorprenderé a nadie si digo, sin miedo a equivocarme, que más allá de ideologías, la mayor parte de españoles no es que no estemos contentos con nuestros representantes del Congreso, es que estamos directamente hartos de ellos.
Y es que, a pesar de la idea de que los españoles somos unos vagos (que por desgracia ha calado en gran parte de ciudadanos del mundo y un buen número de los autóctonos), España es y será un país habitado por personas que se parten el espinazo para poner el pan en la mesa a la hora de comer (como cualquier otra nación, vaya) y, evidentemente, a nadie le es de recibo encontrarse el panorama político actual, más bien es incluso deprimente y entran ganas de en las próximas elecciones quemar el correo electoral con todas las papeletas.
Pero, os parezca una realidad o una locura, las preocupaciones que podáis tener les dan igual. Otro día hablaremos del sentido de la política y el parlamentarismo, pero, lo que está claro es que nosotros no nos merecemos estos políticos, … ¿o tal vez sí?
La calidad de una democracia no se consigue solo votando. Discernir que es lo correcto y que no, también es una parte importante de este sistema pero si hay que destacar una sola virtud en la conservación de una democracia esos son los principios.
Los principios son algo que marcan la forma de comportarnos y ver las situaciones que sufrimos en nuestro día a día. En política sin embargo el concepto se ha pervertido de tal modo que ya es célebre la frase del legendario cómico Julius Henry ‘Groucho’ Marx, “estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.
Que este concepto se haya pervertido es normal, los políticos son seres sedientos de poder en muchos casos, pero que la democracia española esté en este nivel tan bajo sí es culpa nuestra en gran medida.Son los votantes los que no deben permitir ni aceptar estos comportamientos, y si ahora nos quejamos es porque en el pasado nos dejamos manipular por los políticos que no tenían vergüenza mientras dejábamos caer en el olvido público a aquellos que defendían la libertad y los principios.
Todo el mundo debería votar lo que quisiera porque para eso estamos en democracia, pero no estaría mal promover que se exija a los políticos asumir sus responsabilidades y respetar los principios básicos que cualquier persona defiende como son la bondad,la honestidad, la lealtad o la buena fe.
¿De que nos sirve la educación y la solidaridad que caracterizan nuestro país si después nuestros políticos no muestran lealtad a la ciudadanía? ¿Cómo podemos sentirnos identificados con un presidente que va a llegar al poder sin decir una verdad y parece que no piensa decir una hasta retirarse de la política? (como retirar las medidas sobre la tipificación de celebrar referéndums ilegales en el C.P cuando hace 5 días dijo literalmente que no lo haría) ¿Y si no hay honestidad… qué nos queda?
